El título de esta columna es una
frase que acuñó ayer en la mañana, en el seno del consejo general
universitario, el tristemente célebre ex rector Salvador Villaseñor Anguiano,
un funcionario que representó en su tiempo, lo más podrido de la UAN, pues fue en
su periodo donde inició el florecimiento de la corrupción universitaria. Y
tiene una gran dosis de razón, no creo que ningún rector se sienta dios como
para sentirse responsable de generar tormentas y vientos huracanados.

En
ese esfuerzo no todos jalan parejo con el capitán del barco. Hay traidores. Son
esos que quieren seguir aprovechándose de lo que puedan saquear del barco, son
esos a quienes les interesa primero conservar sus privilegios y canonjías en
lugar de que el barco se salve y se repare. Ahí es donde el responsable del timón,
que sabe que tiene traidores, debe actuar y hacerlo con responsabilidad. ¿O
dejará que sigan haciendo de las suyas?
Hasta
ahora, esos traidores al barco que se llama UAN, en lugar de quitarlos de
funciones importantes, se les conceden y se les ratifican los espacios que,
desde hace mucho tiempo, desde esas posiciones, medran y saquean al barco.
¿Cómo entender que el capitán del barco, ese que tiene el control del timón,
quiera llevar a un buen puerto a la nave y sus marinos, si mantiene en el
cuarto de máquinas a quienes no le ayudan a sacar al barco del huracán
financiero que hoy lo tiene a la deriva?
Y
es que el mensaje que envía el rector al pueblo y a la comunidad universitaria
es confuso, no tiene claridad. Por un lado, dice y declara a los cuatro vientos
que será transparente, pero en los hechos la falta de transparencia es el pan
de cada día. Luego declara que se conducirá con apego al estado de derecho y en
los hechos siguen las mismas prácticas, como, por ejemplo, la reciente
integración del consejo general universitario se hizo con base en legalizar a
la FEUAN como la única organización estudiantil, no se lanzó convocatoria para
definir a la organización estudiantil mayoritaria como dice la ley. O continuar
realizando consejos generales universitarios donde la inmensa mayoría de los
universitarios no saben de esas sesiones, mucho menos del orden del dia.
Sin
duda alguna, los que vamos dentro del barco que se llama UAN, estamos en la mejor
disposición de apoyar los esfuerzos titánicos que hace el rector Nacho Peña
para llevar al barco a buen puerto. Pero se ocupa que el capitán quiera que se
le ayude, porque hasta ahora, solo quiere la ayuda de los traidores a la UAN,
de los saqueadores de la UAN. Que por cierto ni le ayudan. Y digo esto porque
los coloca precisamente en las partes del barco que son fundamentales para que
no llevan a la nave a la deriva. Es como poner la iglesia en mano de Lutero.
La
tormenta que hoy vive la UAN no tiene sus raíces profundas a partir de la
salida de Juan López Salazar de la rectoría. Tiene muchos, muchísimos años incubándose
como un engendro que fue creciendo silenciosa pero vertiginosamente en lo más
profundo del alma mater, en sus prácticas cotidianas de tráfico de influencias,
de impunidad, de pudrición de los valores supremos que deben regular la vida
universitaria. Ese engendro se incubó precisamente en la administración del autor
de la frase citada.
A partir de con
Salvador Villaseñor inició la corrupción y se desarrolló con el resto de los rectores.
Desde luego que no son responsables de la tormenta, porque no solamente ellos
fueron quienes les bailaron a los dioses de la lluvia, no solamente ellos hicieron
sus danzas para provocar la lluvia, sino que los líderes de los sectores y sus
charalillos también bailaron la danza indígena llamando al dios de la lluvia
para que desatara la tormenta. Y lo lograron. Se acabaron la gallina de los
huevos de oro, esa gallina a la que no le permitían a nadie que la tocaran
porque la protegían y la siguen protegiendo con el manto sagrado de la autonomía
universitaria.
Conociendo a
Salvador, seguramente que la frase acuñada tiene la intención de mostrarle una
postura zalamera a Nacho Peña. Es una frase con la que trata de exonerarlo de
cualquier responsabilidad, pues “no es responsable de la tormenta”. Pero los universitarios
tenemos claro que, si Nacho Peña no se deslinda, así como tibiamente lo hizo
con la denuncia que supuestamente presentó ante la fiscalía general del estado,
entonces también, al igual que los rectores desde con Salvador Villaseñor a la
fecha, tendrá responsabilidad. Nacho está a tiempo de salvarse, pero depende de
hacia dónde gire el timón.
PD. Los
políticos que quieren mucho a Nayarit, y que quieren gobernarnos ¿por qué no
consiguen el dinero que le hace falta a la UAN para pagar los aguinaldos?