Espero que no se vayan a burlar del
fracaso en la asistencia que tuvo el tan sonado Congreso Nacional Charro
organizado en el lienzo charro que el innombrable número uno del gobierno llama
auditorio de la gente. De lo que si les invito a reírse es de lo que dicen que
pasó ahí. Varias cosas jocosas que presumiblemente se dieron y que fueron la
causa de las sonoras carcajadas de los escasos asistentes a la charreada.
Dicen
las lenguas de triple filo, que repentinamente vieron a un caballo correr
despavorido, como alma que lleva el diablo. El equino iba a todo galope por la
avenida aguamilpa. Nomás los tronidos de sus herraduras atascadas en sus
pezuñas se escuchaban. El jadeo infernal y los ojos saltados como de susto
daban cuenta del terrible horror que el animal tenia. La causa de tan mortal y
espantada carrera fue la amenaza de un charro de unos doscientos kilos de pesos
aproximadamente, vestido al estilo Sancho Panza, quien pretendía
apoltronarse sobre el lomo del
horrorizado animal. Se rumora que el voluminoso charro era el alcalde
Tepicense.
Dicen
que luego llegó otro charro, parecido al innombrable número uno del gobierno.
Como tiene un harem de finos caballos concentrados en varios de sus ranchos,
incluso algunos disfrutando de aire acondicionado, se presume que se llevó al
que más podía impactar a la escasa muchedumbre que había ido a presenciar el
ecuestre evento. Era un caballo nalgón, con labios gruesos presumiblemente
previamente inyectados con colágeno y pintados de un rojo brillante tal como es
el color preferido del gobierno, un pelo en cuello y cola tan sedoso que ya lo
envidiaría Shakira, unas pestañas postizas al estilo Petunia y unas herraduras
con tacón. El exótico equino se llamaba, dicen, Juan Gabriel.
A
un lado del anterior charro, iba desfilando un fino animal con largos colmillos
así como demostrando su gran experiencia en las artes hípicas. Sólo que era un
caballo Pony, de esos chaparritos que son cabrones. Dicen que el charro que lo
montaba tuvo que robarse una silla de montar adecuada a su tamaño, tanto del
equino como del charro, ya que era un personaje chaparrillo, avieso en las
artes de esconder lo que se lleva. Tal parece que era un experto italiano en
hacer obras públicas de nombre Gianni La Chingas.
Lo
que dicen que llamó la atención fue el rosario de escaramuzas que desfilaron
por el lienzo. Haciendo toda clase de peripecias, las hermosas damas atraían la
curiosidad y el interés de los escasos concurrentes. Pero hubo un ciudadano
observador a más no poder que se dio cuenta que entre la refriega de las bellas
damas, había una que desentonaba. Y lo hacía porque la falda le quedaba corta y se le veían unos
bellos negros en las piernas. El observador ciudadano aprovechó una oportunidad
en que se acercaron al graderío y rápidamente le quitó la rubia peluca y le salió el pelo negro erizado que
caracterizaba al charro vestido de escaramuza. Hasta en eso era mentiroso. Era
un funcionario relacionado con los tamales y el atole.
No
podía faltar a ese gran desfile ecuestre otro charro, amiguísimo del
innombrable número uno del gobierno. Es un raro empresario porque,
irónicamente, es un personaje fino pero le gustan las cosas rupestres, como el
manejo de la riata, un arte difícil de dominar por los charros de otros lares.
Y tal parece que le gusta mucho ese arte, porque llamó la curiosidad de los asistentes
dado que llevaba un gran número de acompañantes con esos instrumentos que a él le
gusta dominar. Muchas riatas para su disfrute. Le dicen la Toña Machetes.
Por
lo demás, este escribano de la trinchera, estuvo tentado a ir a dicho evento.
No para ver las diestras como expertas artes de nuestros avezados charros y
escaramuzas, sino para ver si en el trayecto al lienzo charro llamado auditorio
de la gente, me encontraba tirados algunos milloncitos de pesos, de esos que se
supone estarán derramados a flor de piel, en los bordes de las banquetas y que
serán la dicha de nuestro pueblo para salir de la inexistente pobreza según los
informes gubernamentales. Pero me pellizqué, desperté de mi letargo y decidí no
ir. robertogbernal@gmail.com
PD. Dicen que otra de las cosas que
sucedieron en el congreso nacional charro es que un señor quiso meter un chivo
dentro del lienzo charro. Cuando llegó a la puerta lo detuvieron y le dijeron: ¡El
chivo no pasa! El hombre se va, lo ve un amigo y le dice: Pinta el chivo de
negro y ponle un bozal y pensará que es un caballo prieto azabache. El hombre
lo hizo, aparte le puso una cola negra grande y el de la puerta del lienzo le
dijo:- ¡He dicho que el chivo no pasa! Y el hombre le respondió:- ¡Si no es un
chivo, es un caballo! Y el de la puerta
le dice: ¿Y los cuernos? Y el hombre contestó:- ¡Con la vida privada de mi
caballo no se meta! www.trincherauniversitaria.blogspot.mx