
Uno de mis escasos lectores me hizo la pregunta siguiente: ¿Cómo cree usted que hubiera sido el grito de independencia si lo hubiera hecho el alcalde capitalino en lugar del gobernador? Y bueno, como ya es fin de semana y hay que despedirla con un poco de jocosidad, nos vamos a imaginar cómo sería el grito de independencia si lo hubiera dado el alcalde capitalino. Seguramente, como iba a ser su primera vez, ya estaría listo para dar el grito desde las seis de la tarde a pesar de que por lo general lo dan a las once de la noche. Sólo imagínenselo cerca del balcón de palacio de gobierno, sentado, presumiendo sus buenas botas de pitón y su traje color negro cuervo hecho de fina tela terlenka. Seguramente estaría sentado con posición muy vertical, tomando con fuerza la bandera, no vaya a ser que se la quisiera quitar algún sicario de esos que son muy sus amigos, esperaría impacientemente, la hora del grito. No sabría que hay una escolta que debe entregarle la bandera.
Llegada la hora, con la muchedumbre enfrente, saldría al balcón de palacio y es seguro que se sentiría muy reconfortado, toda esa gente es como si le dieran vida. Con toda certeza pensaría que todos los que tendría enfrente serían puros votos una vez que se llegara el tiempo de las elecciones y él contendiera para gobernador. Como sus botas son de pitón y picudas, le estorbarían para lograr agarrar el listón que está pegado a la campana. Una vez que lograra el cometido de agarrar el listón y dar los tres campanazos, se dispondría a dar el grito. Lo daría así.
“Güeno, antes que nada, quiero decirles que yo no se havlar, pos quesque no soy muy güeno pa´ discursear. Pero pos, aquí toy pa´dar el grito y festejar nuestras luchas que se dieron hace munchos pero munchos años. Aquí voy pues: mejicaaaaaaaaanos, biban nuestros ombres y biejas que nos dieron …….este, erp, shit, oye místico, ¿que nos dieron esta bola de jentes? Patria, le contestaría el luchador profesional llamado místico a quien con toda certeza lo llevaría al balcón de palacio para que lo acompañara en el grito.
Y así seguiría una vez del consejo del místico: ¡que nos dieron patria!! La aplaudidera y las risotadas de la muchedumbre seguramente serían estridentes. La población sabe que sólo ellos disfrutan y se benefician por tener un alcalde capitalino tan culto como instruido y docto. Y proseguiría: ¡Biba!…este, ¿cómo se llama el padre pelón? Le preguntaría nuevamente al místico, quien discretamente le dice que Hidalgo. ¡Hidalgo!. Sígueme diciendo el resto místico, lo volvería a inquirir. Y así se lucía el alcalde capitalino, asesorado discretamente por el luchador profesional. ¡Biba Morelos! ¡Biba Doña Josefa Ortiz de Domínguez! Oye místico, le preguntaría nuevamente, ¿Esta señora es otra vieja de Polo Domínguez? No claro que no, le contestaría el místico, al mismo tiempo que le diría sígale y termine.¡Biba Aldama! ¡Biba Allende! ¿Ya con esos no místico? Le preguntaría, para contestarle que dijera tres veces que viva México. Y así lo dijo: ¡Biba Méjico! ¡Biba Méjico!¡Biba Méjico!
Ante la algarabía, los cohetes, los mariachis, se le olvidaría que tendría que sonar la campana y ondear la bandera. Y empezaría a saludar a la gente que alcanzaría a ver desde palacio, tratando de ser simpático al mismo tiempo que pensaría ¡cuantos votos dios mío cuantos votos! Con esto ya nadie me quita de la gubernatura. Pero se le olvidaba que tenía que entregar la bandera nuevamente a la escolta. Por tales motivos, el místico aparecía como el hombre indispensable, pues es el que le sugeriría que realizara esa otra acción para culminar con éxito su grito.
Una vez terminado el acto protocolario, con toda certeza se dirigiría a saludar a sus invitados especiales, esos que ha conocido en sus viajes al extranjero. Estaría Obama, el rey Juan Carlos de España, David Cameron primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña, y así sucesivamente estarían todos los primeros ministros y presidentes de Europa, todos los jeques Árabes y allá en la cola estaría Calderón. Todo sería una maravilla, los ciudadanos gobernados por al alcalde capitalino protagonista del grito podrían morir a gusto después de haber escuchado a su excelente líder gubernamental, al que muy pronto lo harían gobernador. Así sería la ceremonia del grito. robertogbernal@gmail.com
PD. Por supuesto que no me refiero al alcalde capitalino de Tepic, Roberto Sandoval, ni al gobernador Ney González, sino a un alcalde capitalino de un municipio de esos perdidos de por allá de Oaxaca. Desde luego que si hubiera alguna semejanza con el presidente municipal de Tepic, es mera coincidencia. ¡Disfruten su fin de semana! ¡Viva México Cabr….es! ¡Nos veremos, dijo un alto funcionario! www.cainay.blogspot.com