14 mayo 2015

NO LES CREAN A LAS ENCUESTAS

Es el bueno. Sin encuesta
Hace unos años las encuestas sobre cuestiones socio-políticas-electorales, sin renunciar a tener una cierta influencia en el sentido del voto, tenían el objetivo principal de informar de cuáles eran los resultados -previsibles- en ese momento, de realizarse una consulta electoral. Las empresas encargadas de tales trabajos basaban su credibilidad en el grado de acierto que obtenían, y cuando este era significativamente malo, se veían obligadas a dar algún tipo de explicación. La parte fundamental de su negocio residía en la capacidad de acierto.
            Pero, particularmente a partir de la elección presidencial, donde todas las casas encuestadoras fallaron en sus predicciones, que por cierto ni siquiera fueron multadas por prestarse a ser instrumentos de manipulación política del electorado, su credibilidad como instrumentos de medición de preferencias y como instrumentos de pronóstico de triunfos o derrotas, las encuestas y sus respectivas firmas de negocios, escandalosamente cayeron en el descrédito social.
            Y esto se los digo porque en los medios de comunicación impresos y televisivos, ya se empieza a generarse el tema. Las encuestas pretenden usarlas como instrumentos de manipulación de los electores, las pretenden utilizar como instrumentos de manejo de la percepción ciudadana para hacerles creer que el que dan las encuestas como el bueno por ese habria que votar.
            Los políticos perversos, y creo que no hay de otros, ya prostituyeron a las encuestas. Se ha prostituido el valor de las encuestas como método de medición científico. Cuando vemos que la actividad política y los políticos tienen el valor moral de una perra en brama y que por tanto la actividad política perdió todo sentido del pudor y empezó a mostrar sus paños menores, todos esos valores acerca de las encuestas se vinieron abajo. La realización de estos estudios comenzó a servir para tratar de inducir cambios en las preferencias al través de mensajes subliminales. Afloraron como plagas agencias especializadas dispuestas a prestar sus servicios, carentes en muchos casos de prestigio o experiencias, por favores oficiales o altas sumas de dinero. La credibilidad se perdió en un mercado lleno de baratijas con pretensiones científicas.
Las encuestas preelectorales tienen la función básica de intentar medir la intención de voto de la opinión pública . Para hacerlo, numerosas consultoras utilizan técnicas de muestreo para, consultando a un grupo relativamente pequeño de personas, proyectar con bastante precisión cómo se comportará la mayoría. El procedimiento es bien científico y hay pocas ciencias tan “exactas” como la estadística . Dadas las características del “universo de electores” es bastante sencillo calcular cuál debe ser el tamaño de la muestra para alcanzar un nivel de confiabilidad elevada.
Sin embargo, hace ya tiempo que los políticos han descubierto que las encuestas tienen una función más: no solo miden el estado de la realidad, sino que afectan dinámicamente la propia situación que está siendo medida. La publicación de información sobre las intenciones de voto de cada candidato incide positiva o negativamente en la decisión de los electores. Este descubrimiento genera un incentivo perverso: si aquello que las encuestas reflejan no se corresponde con lo que a un político le conviene, puede intentar torcer el rumbo de los acontecimientos difundiendo como verdadera información que es flagrantemente falsa.
Establecido que las encuestas de opinión pueden ser un instrumento muy útil para interpretar la realidad en la cual vivimos, hay que verificar cuanto creíbles puedan ser. Eso dependerá en gran medida en la forma en la que se hayan realizados, porqué al lado de un normal error estadístico, siempre existente en toda encuesta, si se hacen mal las tareas, se puede sumar un error "sistemático" que puede llevara a falsear completamente los resultados finales.
Estamos hablando de cómo se haya estructurado la muestra, de cuanto es representativa del universo que se quiere analizar, del número real de entrevistas efectuada, de la capacitación de los encuestadores, de los métodos utilizados para elegir las personas a entrevistar, de la dimensión, las características y la difusión en el territorio de la muestra de población entrevistada, del texto de las preguntas a realizarse. Equivocarse en uno solo de estos elementos significa arriesgarse a obtener un resultado que no tiene realmente nada a que ver con la realidad.
Elegir hacer un numero demasiado reducido de entrevistas, no seleccionar las entrevistas con una correcta subdivisión por edad, sexo o difusión territorial, no trabajar con personal encuestador suficientemente entrenado por el trabajo, son elementos que pueden determinar errores determinantes en los resultados de la encuesta, comprometiendo de hecho el nivel de representatividad de la opinión de la ciudadanía, en los resultados final del sondeo realizado.
Pero aún más grave es el problema de la conformación del texto de la pregunta a realizarse a los encuestados. En este sentido el método de construcción de la pregunta puede ser un importante instrumento de manipulación de una encuesta de opinión, porque puede influir concretamente en la formulación de la respuesta final, generalmente en función de los intereses del cliente que comisionó a la encuesta.
Para que la técnica sea efectiva, de todos modos, es necesario que la encuesta tenga credibilidad; es decir, provenga de una fuente “seria”. Por esa razón, este acto, antiético de por sí, no es posible hacerlo sin la complicidad de compañías encuestadoras que se presten a graves manipulaciones metodológicas o, más simplemente, a mentir ellos también.
Los resultados de las encuestas de algunos medios de comunicación obedecen a su línea editorial y los resultados de las encuestas encargadas por los políticos obedecen a sus deseos de acceder al poder. La mayoría toca sus tambores al son de quien las paga, son pocas las “objetivas” y que lo han demostrado en el tiempo, eso lo podemos ver si hacemos una retrospección de este fenómeno de hace varios años. robertogbernal@gmail.com

PD. El que paga manda. Si un político manda hacer una encuesta a su favor y esa mentira la repite miles de veces en los medios de comunicación, entonces puede convertirla en verdad. ¿La razón? Se manipula la percepción de los electores y con ellos su intención de voto. En política lo que cuenta es la percepción ciudadana, no si las cosas son falsas o verdaderas. www.trincherauniversitaria.blogspot.mx

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