03 marzo 2011

¡CUIDADO CON LOS POLÍTICOS!

Acosta Naranjo
El pueblo debe estar atento en este proceso electoral. EL rosario de políticos que se les presentarán les ofrecerán todo tipo de beneficios. Desde las tradicionales despensas, los atados de láminas, los “chayotes” hasta las promesas de hacer transformaciones increíbles. Recuerdo cuando Ney nos empezó a hablar de todas las cosas que haría. Casi me sentía viviendo en Boston o Nueva Orleáns cada ve que lo escuchaba, pero apenas terminaba sus discursos, me daba un “pellizco” y despertaba del letargo en que me metía su  hueca palabrería. Este tipo de políticos abundan. Y los hay en todos los partidos, no crean que es propio de priistas, también hay en la oposición, nomás échenle un ojo a mi amigo Guadalupe Acosta quien anda prometiendo los bueyes y la carreta, regalando hasta botellas de tequila con tal de subir en las encuestas y tratar de alcanzar a Martha Elena.
            Los políticos hablan, dicen cosas, describen a su antojo lo que acontece siempre que ven un micrófono a mano, y si hay una cámara a la vista pueden perder la compostura. Y tal vez es lo único que acontece: que hay una cámara y un micrófono y que, ante su presencia, el político no pierde oportunidad de colocar su cuña publicitaria. ¿De qué hace publicidad el político? De sí mismo, de las bondades de su causa, de su programa, de su partido y de lo bueno que es o será su gobierno.
            El político sabe que la realidad existe en la mente humana, en ningún otro sitio, la realidad está dentro del cráneo y pretende ser el constructor de esa realidad. El trabajo del político consiste en conseguir que se perciba como realidad su mensaje, su estrategia, la elección de las palabras con las que argumenta, y el propio argumento que esgrime como defensa de su persona y su causa.
            El político, no lo olvidemos, está en un mercado de trabajo implacable, ingrato, inestable, y tiende a reducir la incertidumbre sobre su futuro mediante demandas de apoyo para su persona, para su partido y su programa dirigidas al electorado. ¿De qué recurso se vale para conseguirlo? De la comunicación, sin duda. En la comunicación está la clave de su conquista del cargo y de su permanencia en él, o de su abandono en beneficio de otro. Porque en la política hay un recurso finito (los votos), y a más que le toque a uno, menos queda para el otro.
            Podemos entender la comunicación política como el recurso de que se vale el político para conjurar el riesgo de no acceder al cargo apetecido, o de quedarse sin él, mediante las elecciones. Y son las elecciones el recurso técnico para arbitrar el acceso a los cargos públicos, es el medio a través del cual los ciudadanos periódicamente se reparten los cargos públicos. En ése escenario, la retórica, la simulación y los juegos del lenguaje se revelan como recursos inestimables para que la carrera política de un candidato no termine en el inesperado e indeseable trofeo de pasar a la segunda división o a la lista de espera.
            Por eso, desde aquí les digo a mis escasos lectores que hay que tener cuidado con los políticos. En estos momentos de efervescencia electoral, seguramente con sus discursos y promesas de campaña, tratarán a toda costa de obtener nuestro apoyo y nuestro voto. No estarán fuera de escena los regalitos y los espejitos que a cada rato nos lleguen, pero como ciudadanos responsables debemos tener la tranquilidad para escoger a quien regirá nuestro futuro y el de nuestras familias en los próximos años.
            Es importante que como ciudadanos sepamos distinguir entre un discurso hueco, lleno de palabrería despojada de contenido real, y un discurso sincero, lleno de entusiasmo y esperanza en beneficio de los electores. Y debemos tener la tranquilidad para saber si quien se está dirigiendo a nosotros nos dice mentiras o no. No podemos confiar en un político que habla de corrupción y es corrupto, no podemos confiar en un político que nos habla de combate al crimen organizado y protege delincuentes, no podemos confiar en un político que habla de darnos seguridad y cuando estaba de responsable en los altos mandos de decisión no actuó en consecuencia, no podemos confiar en un político que nos habla de democracia y tiene secuestrado a un partido, no podemos confiar en un político que nos habla de tolerancia y agrede ciudadanos. Y conste que no he mencionado el nombre de Acosta Naranjo.
            No olvidemos que en los procesos electorales, los políticos juegan a ser simpáticos. Se trata de un juego al parecer, inevitable. En una sociedad donde importan más las personas que los partidos, casi es una obligación que los políticos sean buenos actores, o buenos comediantes. Como si se tratara de una película, los políticos protagonizan actuaciones con arreglo a un guión, que sigue una estrategia narrativa, en cuya secuencia hay un reparto de papeles, y un relato que sigue el esquema del código dramático. En la política, y sobre todo en campañas electorales, se presenta un drama, interpretado por personajes, con un problema, unos lances que se zanjan con pérdidas o ganancias para los personajes, y un desenlace en el que hay uno o varios ganadores y, al menos, una víctima.
            Pero nosotros como ciudadanos responsables, debemos tener cuidado de no pensar que este proceso es una película o una novela. Es la vida real, en la que se juega el futuro nuestro y de nuestras familias. Por tanto, debemos estar atentos a que no vayamos a tener una reedición de Ney en el gobierno, y que el desenlace de nuestra novela sea que tendremos un gobernador mentiroso, demagogo, corrupto, protector de narcos, intolerante, rijoso, pendenciero y bravucón. Y conste que no estoy hablando de Acosta Naranjo, menos de Ney. robertogbernal@gmail.com

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