Seguramente
mis escasos lectores en número de cinco ya saben lo que es un trapecista. Según
Wikipedia, “Un trapecista es un artista de circo que realiza acrobacias sobre
el trapecio. Los trapecistas constituyen una de las actuaciones clásicas del
circo e incluidas entre las artes circenses. Los actos del trapecista son muy
apreciados por el público por su riesgo y espectacularidad. La labor
tradicional del trapecista es la de realizar piruetas de dificultad creciente
sobre el trapecio mientras éste se balancea. Algunas de las acrobacias más
comunes son: Dar la vuelta quedando por un momento suspendido en el aire o
sujeto por una mano; Voltearse verticalmente alrededor del trapecio; Balancearse
sin pies ni manos apoyado tan solo por el torso; Quedar sujeto boca abajo por
los laterales del trapecio; Quedar sujeto tan solo por los empeines. El número
con dos trapecios es mucho más vistoso y espectacular. En él participan al
menos dos trapecistas uno en cada trapecio de los cuales uno se balancea
siempre boca abajo y el otro hace piruetas en el aire para ser recogido por el
primero. La inercia del ejercicio permite al primer artista soltar el trapecio
y recuperarlo en el recorrido de vuelta. Entre los números que se realizan se
encuentran: Voltereta simple; Voltereta y media para ser agarrado por los pies;
Doble voltereta más conocida como doble salto mortal”.
O sea pues, los trapecistas hacen
todo tipo de espectáculos circenses para agradar a un público expectante
dispuesto a aplaudir a todo aquel trapecista que logre convencerlos de sus
habilidades. Lo más atrevido es cuando realizan el salto mortal, recién apenas
tratan de soltarse de una liana y ya están viendo como colgarse de la otra. Así
están los políticos. Y no los de un solo partido, sino de todos los partidos,
de todos los colores y sabores.
Casi estoy seguro que si de “pura
fregadera” se hiciera una ley que estableciera que un regidor gana cinco mil
pesos mensuales y que un diputado gana diez mil pesos al mes, no habría tanto
político trapecista que brinca de una liana a otra, que binca de un hueso a
otro en aras de “hacernos el bien”, de “sacrificarse” por nosotros los
ciudadanos. Nomás échenle poquitos números gruesos a un cálculo burdo: Sin un
diputado gana 100 mil pesos al mes por lo bajito, es más dinero pero, pongámosle
esa cantidad, al año, contando los dos meses de aguinaldo sin contar el resto
de prestaciones y estímulos que tienen, se llevarían la nada despreciable suma
de un millón cuatrocientos mil pesos por su titánica tarea de ir a levantar el
dedo para hacer efectivas las ordenes que les dan desde palacio de gobierno. En
cambio, si solo ganara los diez mil al mes, entonces se llevaría solamente 140
mil pesos anuales. Los ciudadanos nos ahorraríamos un millón doscientos sesenta
mil pesos anuales en un solo diputado que multiplicados por los 30 diputados el
pueblo tendríamos 37 millones 800 mil pesos para algunas obras que bien
pudieran hacerse. Pero como eso no sucede, entonces ese dinero, en lugar de
irse a obras de beneficio social, se va a los bolsillos de los diputados. Si a
eso le suman lo que nos pudiéramos ahorrar en los regidores entonces nos daríamos
cuenta de que tanto político vaquetón nos sale muy caro al pueblo.
Pero eso no es todo. Si en lugar de
tener las nóminas abultadas de aviadores en los gobiernos municipales y en el
gobierno estatal por tanto compromiso político entonces habría dinero hasta
para que no se roben lo que les corresponde a los burócratas y para que no se
roben el dinero de los fondos de pensiones. Entonces pues, las calenturas
políticas y la existencia de políticos trapecistas que buscan brincar de una
liana a otra sin dejar de estar mamando del presupuesto, resulta toda una
actividad atractiva, porque aparte de ganarse un jugoso sueldo sin esforzarse
mucho, hacerla de político también representa la posibilidad de hacer jugosos
negocios al amparo del tráfico de influencias
Pero eso no es lo peor. Lo más “gacho”
para los Nayaritas es que los nuevos “representantes” populares resultan ser
las amantes, socios, compadres o “Guachomas” quienes sin tener más mérito más
que servirles a los líderes de las tribus partidarias, resulta que tienen
derecho a una curul. La prostitución política en todo su apogeo. robertogbernal@gmail.com
PD. Es en
este contexto de corrupción política de todos los partidos en que hay que
moverse y, como dijeran en mi rancho allá por Villa Hidalgo, “con estos bueyes
hay que arar”, es decir, si queremos generar equilibrios políticos en Nayarit
para tratar de detener los excesos gubernamentales, hay que entrarle al ruedo y
cruzar el pantano como el ave fénix, sin llenarse de lodo. www.trincherauniversitaria.blogspot.mx