Era el 15 de
septiembre. Día del grito de independencia. La perra prostituta, “La Loca Al
Faro”, madre del perro Memo, estaba decidida a irse de juerga esa noche. Noche
de fiesta, de algarabía, de fervor patriótico, propicia para dar rienda suelta
a sus perrunas bajas pasiones. Golosa como es, su viejo y aguado hocico,
parecía la fuente del sombrero del parque metropolitano, lleno de agua hedionda.
Era su saliva, que parecía agua ante la expectativa de sexo oral que le haría a
algún perro gran danés.
Desde la tarde comenzó a ajuararse. Su regordete cuerpo
lo vistió con una gran falda adornada con olanes color verde mayate. Su
pretensión era verse como una auténtica perra de catorce chichis. Muy
revolucionaria. La falda no le alcanzaba a tapar su gran trasero, con
evidencias de flacidez de tanto matar gusanos a sentadillas. Su falda la
acompañó con un largo rebozo. Se puso sus pestañas y uñas postizas color rojo
pasional. Para terminar, se pintó los labios con un rojo infierno, quería
aparentar mucha fogosidad.
Mientras se transformaba en una sexy perra, para ir
“calentando motores” se echaba sus alipuses de imitación charanda, casi
raicilla. Era una perra apantalla pendejos. A su corriente licor lo llamaba
Bordeaux, Burgundy, Champagne y Alsace. Tenia unas botellas vacías de esos
finos vinos franceses que se las había encontrados tiradas en la basura en un
viaje que hizo a Tepito. Los llenaba de raicilla y entonces apantallaba
pendejos diciéndoles que los había traído de su ultimo viaje a Europa. Con diez
tragos de raicilla, ya bien loca, se dispuso a tirar rostro frente a palacio de
gobierno. A punto de abrir la puerta de su casa en ciudad del valle,
repentinamente dio media vuelta. Se regresó. El motivo era su olvido del adorno
que la identificaba. Su pachuco sombrero de esos que estilaba usar Tin Tan.
Ahora si, salió de su casa dispuesta a tener toda una noche de placer
revolucionario al son del grito de independencia.
Llevaba tres botellas de esos finos vinos franceses
llenos de raicilla. Caminando cadenciosamente, mas vulgar que un maricón de los
que están en los tugurios de la Veracruz frente a las changueras que venden
camarón ahí en Tepic, se enfiló a la muchedumbre amontonada frente a palacio.
Su mirada ya iba torcida por el consumo de tanta raicilla y por el libido
aumentado ante la expectativa del placer carnal. A cada paso. Se relamía los
rojizos labios para incitar al placer a los perros que la miraban atónitos por
la vulgaridad que desparramaba pero que ella justificaba diciendo: ¡Pobre aldeanos, no saben nada de
la moda italiana, francesa e inglesa! Y así llegó al lugar donde se daría el
grito de independencia.
Ya bien “peda”, le clavó la mirada a un caballo
percherón, de esos que cargan a los vaqueros que presumen de tener caballos
finos. Ella creía que era perro, pero era caballo. Se quitó el sombrero
pachuco y que se le lanza, no sin antes
darse valor con un buen buche de raicilla, sobre el equino. Logró llegar al
caballo, que para ella era perro, y que se le pega a las glándulas sexuales .
El caballo se alborotó, se inquietó pero le gustó, sólo relinchó pero la perra
lo escuchó como ladrido. Y gozó, gozó y gozó. El caballo parecía que traía
manguera de bombero. La perra, con su aguado hocico, recorría esa manguera de
cabo a rabo, sólo le molestaba el prepucio del caballo, pero se concentraba en
el glande, comúnmente conocido como cabeza, y en las gónadas sexuales
comúnmente conocidos como testículos, los cuales, al termino de la faena,
quedaron color rojo infierno pero no por irritados, sino por la pintura que “La
Loca Al Faro” se había puesto en los labios.
Agotada de tanto chupe, de raicilla y de la manguera de
bombero del caballo, recogió su sombrero. Sin quitarse el semen del equino de
su redondo como regordete rostro, se dispuso a gritar los respectivos vivas
cuando el gobernador cumplía con sus deberes patrióticos desde el balcón de
palacio. Y así se la pasó, relamiéndose los labios y gritando vivas. Una vez
terminado el grito de independencia, satisfecha sexualmente aunque se le hayan hinchado los labios del
trajinar sexual a que sometió al caballo, se dispuso a regresar a su casa en
ciudad del valle.
¡Repentinamente! En un puesto de revistas, vio un periódico donde
criticaban a su adorado cachorro, al perro Memo. Ambos, madre e hijo,
propietarios de su amo, el rarito empresario. Se fijó en el nombre del critico.
Era una columna llamada Trinchera. No atinó a decir nada de lo borracha que
andaba. Sus emociones eran encontradas. Enojada por la critica del de la
Trinchera pero emocionada y feliz por el placer carnal que golosamente acababa de disfrutar. Llegó a su casa y se dispuso
a dormir.
Amaneció bien cruda. Su alcoholizado cerebro empezó usar las pocas
neuronas que le quedaron e inició a maquinar como defendería a su perro Memo.
Pero sólo alcanzó a decirle al caricaturista del periódico donde la perra, “La
Loca Al Faro”, tenía sus acciones que le permitían darse esa vida llena de
placeres carnales : “hazle cien caricaturas a ese hijo de la chingada de la
trinchera”. Y así es como la perra de catorce chichis, “La Loca Al Faro”,
comenzó la defensa de su hijo, el perro Memo. robertogbernal@gmail.com
PD. Es obvio decirles a
mis escasos lectores que esta novela nada tiene que ver con el prestigiado
empresario dueño de un periódico de mucha circulación en Nayarit y su
columnista preferido, a quienes aprecio mucho. Como lo he dicho a ellos mis
respetos, si hay alguna coincidencia, es pura semejanza, aunque ya mucha gente
dice que deberían de salir del closet. Si lo hizo Ricky Martin, ¿por qué ellos
no?..... Por cierto mi estimado David Alfaro, si quieres información para
hacerme 500 caricaturas, no 100 como lo prometes, te paso la información que
quieras de mi destartalada vida privada, publica y profesional, sirve que
agarramos botana juntos. www.trincherauniversitaria.blogspot.mx